Érase
un conejo de largas orejas,
muy feliz vivía junto a su coneja,
y
a sus dos retoños alegres, traviesos,
a
quienes hartaba con mimos y besos.
Un
día, prolijo, hermoseó una cesta
de
azahares, capullos, la vistió de fiesta
y
huevos pintados de muchos colores
con
primor dispuso entre aquellas flores,
Con
asombro cierto sus dos conejitos
apenas
movían bigotes y ojitos
Y
uno preguntó ¡por qué entre pimpollos
llevarás
huevitos si no somos pollos!
El
paciente padre les dio un gran abrazo
muy
dulce a su prole sentó en su regazo,
una vez su padre les contó la historia
y
ahora el recuerdo viene a su memoria.
“Hubo
un hombre bueno llamado Jesús
por
amor al mundo murió en una cruz.
Él
volvió a la vida y subió al cielo
junto al Padre Dios nos da su consuelo.
Se
aclama con gozo la resurrección
pues
las almas buenas tendrán salvación
los
huevos festivos representan vida
esa
vida eterna que fue prometida,
por
eso el conejo sale a repartir
las
buenas noticias en todo el jardín”.
De
largas orejas érase un conejo
huevitos
llevaba para el gran festejo.
Marina
Flores Rozas
Chile,
20 de abril del 2014