Afuera el otoño envolvió el día.
El frío corretea como un niño travieso
y aprieta a todo aquel que intenta huir.
Las hojas de oro ya empiezan a morir.
Otrora rodaban ufanas rasgando el silencio.
Son ya casi inapreciables los trinos
y los pájaros, discretos, esperan.
A veces el recuerdo roza mi hombro
y descuido la renuencia convenida.
Escudriño aquellos días simples
que jamás debimos teñir con absurdos.
Pero todo concluye, es asunto de tiempo.
Se destiñen y expiran los
recuerdos
y ya nada atestigua qué hubo.
Soy ya una de esas hojas de oro.
Dime si ya en tu vida es invierno.
Chile, mayo del 2014
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